domingo, 26 de junio de 2011

ORSINI conspiracy 6

Esta tenacidad, dependiente de un estado del
initno que cada cual, con datos suficientes ó no,
con cultura científica ó sin ella para juzgar de problemas
morales tan complejos y con dotes ó sin
dotes de observador, cada cual la esplica i su manera,
la clasifica y rotula par* conocimiento del público
y satisfacción de la propia vanidad de observador.
Así, entre los comentaristas habia quien hablaba
de locura, quien de atrofia de sentimientos
dulces, quien de un caso de suicidio,etc., etc.
—Pallas—decían estos últimos—quiso suicidarse,
y en vez de hacerlo come esos suicidas obscuros
que apenas legran cuatro líneas en la gacetilla
de un periódico, ha querido hacerlo en circunstancias
excepcionales que le conquistasen celebridad,
aunque triste, en la historia. Apoyaban esta opinión
añadiendo que Pallas había intentado ya en
otra ocasión suicidarse arrojándose al mar, salvándose
por milagro; mientras otros decían que tam -
poco es un secreto que Pillas había manifestado
repetidas veces que el hombre que se siente con
energías bastantes debe realizar una acción por la
cu»l su nombre no quede olvidado; pero repetimos
que todo ello son impresiones y datos aislados,
tanto más sujetos á yerro cuanto qu« no ofrecen
más garantía que la fé que les quiera prestar cada
oyente ó lector.
Según manifestaciones hechas por personas que
tienen motivos para saberlo, es inexacto que Pallas
haya pertenecido al regimiento infantería de Asia.
Paulino Pallas se libró del servicio militar por
haber sacado un número alto.
D e s d e l a s 6 d e l a n o c h e á l a s 12
Después de la entrevista con su familia, quedó
Fallas tranquilo, aunque algo quebrantado por las
emociones que acababa de experimentar.
A las 6 y media de la tarde el reo pidió que se
'e sirviera algo para merendar.
Los hermanos de la Paz y Caridad le llevaron
una ración de salchichón y un panecillo.
Pillas, que no tenía mucho apetito, dejó gran
parte de la comida, comiendo sólo dos ó tres rodajas
de salchichón y un poco de pan.
Después de merendar se echó en la cama, sin
poder conciliar el sueño, donde permaneció hasta
i«s siete, hora en que se presentaron en la capilla
los jesuítas padres Larrua y Domenech, los cuales
un cuarto de hora antes, habian ido á aquel sitio
coa objeto de ver si lograban convencerle de que
se reconciliase con Dios.
Tampoco esta vez fueron más afortunados los
padres jesuítas, repitiendo Pallas que tenia el propósito
de morir sin confesión.
Los ministros del señor, se retiraron después
de dirigirle algunas amonestaciones, llevándose la
convicción de que era infructuoso cuanto se inten- ¡
tara á fin de que Pallas abjurase de sus convicciones
ateas.
Al cerrar la noche, la fortaleza de Montjuich
ofrecía un aspecto imponente. Sus lienzos de murallas
erizados de cañones se destacaban en las
sombras de la noche y en el patio de armas se veían
cruzar grupos de soldados y vibraban en el aire toques
de corneta y rumor de voces de mando.
A las 8 de la noche cenó el reo.
Los hermanos de la Paz y Caridad, le sirvieron
una sopa de caldo de gallina, dos tajadas de lomo,
un cuarto de pollo con tomate y salmonetes.
Pallas sólo provó la sopa y parte de una tajada
de ionio, dejando intacto el resto de los manjares.
El leo bebió luego una taza de café y una copa
de ron.
Pallá>, muy aficionado á fumar, consumió luego
un cigarrillo de papel.
El capellán del batallón de Alfonso XII reverendo
don Jsime Martorell visitó al reo, para ver
si lograba resultados más favorables que los padres
jesuítas, teniendo que retirarse también sin resultado.
Con el Padre Martorell entró también el juez
instructor señor Oaregón, entablándose entre los
tres uu animado diálogo acerca de cuestiones religiosas.
El señor Obregón dijo i Pallas que ya que no
quería confesarse dijese al menos que reconocía á
Jesucristo.
Palíss contestó que en su fuero interno respetaba
á Jesucristo como á un hombre superior y
que reconocía la moralidad de sus enseñanzas.
El reo recibió afectuosamente al reverendo
Martorell, aunque manifestándose siempre fuera
tíxi catolicismo.
A las once de la noche se acostó Pallas algo fatigado.
A esta hora reina en Montjuich un profundo
silencio, interrumpido sólo por los gritos de ¡alerta!
lanzados por los centinelas.
Pallas está echado en la cama y en el interior
de la capilla sólo se escuchan los pasos quedos de
Sos Hermanos de la Paz y Caridad encargados de
ia asistencia del reo.
Pallas antes de acostarse, para demostrar que
persistía tranquilo, pidió repetidas veces que un
médico le tomara el pulso, cosa que no consiguió,
causando extrañeza en los que saben que en casos
parecidos se acostumbra á pulsar varias veces A los
reos condenados á la última pena, mientras se na-
- lian estos en capilla.
Desde las 12 á las 6 de la madrugada
A ¡as ¡2 déla noche seguía acostado Pallas,
j i e n no había conseguido aun conciliar el sueño,
según manifestó, por la costumbre que tenía antes
<de estar preso de entregarse á la lectura de periódicos
y libros anarquistas hasta las dos de la madrugada,
y porque el café que tomó desvelóle tamh.
én algo.
Durante la noche de anteayer y la madrugada
de «yer se comunicó repetidas veces por teléfono
el gobernador militar del castillo de Montjuich
con las autoridades de la plaza, quizá sobre los detalles
de la ejecución y las precauciones que con
motivo de la misma pensaban adoptarse.
Las repetidas conferencias telefónicas dieron
pretexto á los optimistas á creer que se trataba del
indulto. El reo no creyó nunca en él, atribuyendo
al general Martínez Campos poder bastante para
conseguirlo, tomándolo con empeño.
Pallas manifestó repetidas veces que prefería
que le fusilaran á pasar toda su vida en las cuadras
de un presidio, aprendiendo lo que no quiere saber,
A las dos de la madrugada, Paulino Pallas, que
so había logrado aún dormir, permaneciendo en
wrs estado de sopor, cuando escuchó las campanadas
del reloj del castillo se incorporó del lecho y
«jclamó dirigiéndose á los que le asistían:
—Va *6\o me quedan siete horas de vidi.
Los padres jesuítas y el capellán del regimiento
«fe Alfonso XII, que permanecían á la puerta de la
tapill», no habían realizado nuevas gestiones para
que se reconciliase en vista de lo infructuoso de
«us esfuerzos.
Al preguntarle uno de los Hermanos si quería
que se celebrase la misa llamada de comunión,
respondió que hiciesen lo que juzgasen oportuno,
pero que él se reservaba el derecho de oiría en la
forma que estimase conveniente.
Por este motivo no se celebró la misa que se
acostumbra horas antes de ser ejecutados los reos.
A las tres y cuarto Paulino Pallas continuaba
desvelado.
Los padres jesuítas Domenech y Larrúa se despidieron
definitivamente del reo, renunciando á
exhortarle nuevamente.
A la ejecución, pues, no asistirá ningún sacerdote
para acompañar al reo y el entierro será puramente
civil, dándose sepultura á su cadáver en
el cementerio libre.
A las tres próximamente de la madrugada, tn
ocasión en que los periodistas que pasamos ia noche
en Montjuich nos hallábamos hablando con el
gobernador de la fortaleza, se oyeron dos detonaciones.
Entre los que se hallaban en vela se comentó
el hecho, y al paso que unos las creían originadas
por el disparo de arm* de fuego, otros opinaban
dado el ruido de la detonación que eran producidas
por petardos.
Los que opinaban lo primero aducían, en comprobación
de su aserto, que es muy frecuente á
altas horas de la noche oir disparos de arma de
fuego procedentes de los matuteros, que libran
muy á menudo escaramuzas con los empleados
del resguardo de consumos que vigilan en la línea
fiscal pars que no se introduzcan fraudulentamente
las especies de consumos.
Contribuyó á aumentar la creencia de que se
trataba de algo anómalo, el hecho de presentarse
á los poces momentos en el local donde nos hallábamos
reunidos un ayudante, el cual llamó al general
gobernador, que salió precipitadamente.
El gobernador del castillo no dio importancia
alguna al suceso, diciendo que ni siquiera habían
dado parte de él los centinelas de las avanzadas.
Pallas duerme
A las cuatro de la madrugada, Pailas, que no
había podido aun dormir, concilio al fin el sueño,
aunque con cierta intranquilidad que se notaba
en los frecuentes movimientos que hacía. Los hermanos
de la Paz y Caridad le velaban, tapándole
frecuentemente cada vez que «n uno de los movimientos
arrojaba al suelo la manta que le cubría.
A juzgar por las noticias facilitadas por los que
entran en la capilla, se notaba en el reo una ligera
excitación febril, que lo mismo puede ser causada
por la fatiga que por el decaimiento del ánimo.
Toque de diana
A las cinc» y cuarto oyóse en el castillo el toque
de diana.
Uno de los oficiales nos comunicó que iba á
bajar el puente y abrir el rastrillo, quedando así
rota la incomunicación de cerca de doce horas en
que hemos estado.
El silencio en que hasta entonces estuvo sumida
la fortaleza se vio interrumpido por los vibrantes
toques de corneta y por el ir y venir de soldados.
El patio de armas ofrecía el aspecto animado
de un vivac.
Al toque de diana despertóse el reo.
Pallas al advertir que era de día pidió un cuarto
de pollo con tomate, que no pudo comer por
más esfuerzos que hizo.
También piJió una taza de café que tomó mojándolo
con bizcochas. En el reo adviértese el
propósito de alimentarse para sostener sus fuerzas
en el terrible trance que le espera.
El reo se muestra aparentemente tranquilo.
A las 5 y media notáronse ya los preparativos
para la ejecución.
En la carretera que conduce á Montjuich se
escalonaron parejas del batallón cazadores de Alfonso
XII.
Al propio tiempo llegaba á Montjuich el regimiento
de lanceros de Borbón, que ha de situarse
en las inmediaciones del glacis donde ha de ejecutarse
la sentencia.
Estss fuerzas tienen por objeto impedir el acceso
de los curiosos al cuadro.
La ejecución debe verificarse en el glacis situado
ai pie de la Luneta de mar.
El reo, para ser conducido al lugar déla ejecución,
en vez de salir por la puerta principal del
castillo tomará un camino secreto, desde la Plaza
de armas, dirigiéndose á la Luneta de mar, que
está situada á la derecha de la carretera de Montjuich,
en la parte de Sans y á un cuarto de hora
de la puerta prircipal del castillo.
Escoltará al reo el piquete de infantería de Asia
que es ei que ha prestado guardia en la capilla,
acompañándole el mayor de la plaza, en representación
>iel gobernador miliui, ei juez instructor señor
Obregón y el capitán de ¡laves, el cual le
acompañará hasta la salida de la fortaleza.
El reo Pallas saldrá de la capilla á las 9 meóos
cuarto.
Del citado piquete se designarán ocho soldados
que son los que habrán de encargarse de ejecutar
la sentencia.
Las tropas determinarán el cuadro con tres lineas,
dt jando libre la cuarta donde se colocará al
reo para ser pasado por las armas.
El piquete del regimiento de Asia se situará
en la linea libre, disparando cuatro de los ocho
soldados á una señal hecha con el sable por el
jefe del piquete.
Come Pallas no ka querido admitir los auxilios
espirituales,se prescindirá de la formalidad de hacerle
rezar el credo.
Al reo se le fusilará de espaldas, y arrodillado
conforme se prescribe en la sentencia.
Si Pillas se resiste á arrodillarse, esta circunstancia
no será óbice porque se cumpla 1» sentencia.
Concurrirán al acto piquetes de infantería, caballería
y artillería de plaza, piquetes de la guardia
civil de á pié y de á caballo.
Mandará las fuerzas el general de división, don
Andrés González Muñoz, como oficial general de
día, teniendo á sus érdenes como jefe de Estado
Mayor al coronel don José García Navarro y al teniente
del expresado cuerpp don José Pelegrín.
A la hora en que escribimos estas lineas, siete
de la mañana, las fuerzas del ejército van ocupando
sus respectivas posiciones.
Estos son los detalles que acerca de la ejecución
se nos facilitaron en parte de antemano, y sacados
otros de la orden de la plaza.
Últimos momentos
Los Padres Domenech y Larrua fueron á despedirse
á las seis de Paulino Pallas, entrando únicamente
en la capilla el Padre Domenech, el cual
dirigiéndose á Pallas le dijo:
—Adiós hermano, sólo te restan tres horas de
existencia; dentro de breve plazo pasarás á mejor
vida y sabrás si tienes razón tu ó la tengo yo.
Pallas, que se hallaba dormido, volvió la cabeza,
exclamando, así que se hubo marchado el Padre
Domenech:
—¿Y para eso me ha despertado?
A las siete de la mañana visitaron i Pallas en la
capilla los diputados á Cortes señores Sol y Ortega,
Avila y Rodríguez y el escritor don Alberto
Llanas, con los cuales estuvo departiendo por espacio
de un cuarto de hora, defendiendo con gran
calor sus ideas.
Con los indicados señores diputados entraron
también en la capilla un primo y un cuñado del
reo.
Adolfo Pallas, hermano de Paulino, queda entrar
también en el castillo y despedirse per última
vez del reo, no siéndole permitida la entrada por
no llevar autorización; y por consejos del señor
Sol se retiró, entregando á este señor un lío de
ropa para que lo hiciera llegar á manos de Paulino.
El reo siguió, á partir de la indicada hora,
en igual estado de ánimo, aun cuando revelaba
en su semblante demacrado las huellas de aquellas
veinticuatro horas llenas de fatigas y emociones.
A las ocho menos cuarto pidió una copa de Jerez
con bizcochos, que le fue servida inmediatamente.
Pallas mojó un bizcocho en la copa, cuyo contenido
apuró de un sorbo.
A las nueve menos cuarto era sacado Pallas de
la capilla y conducido al lugar de la ejecución.
Desde que salió de la capilla hasta que llegó al
glacis donde fue fusilado, nada podemos decir,
pues el gobernador militar de Montjuich, señor
Fontseré, obedeciendo quizás órdenes superiores,
antes de que Pallas fuera sacado de la capilla,
obligó á los periodistas y á todos los paisanos que
se encontraban allí á que salieran de la fortaleza.
La ejecución
A las nueve menos diez minutes se presentaron
en el lugar de la ejecución el juez instructor
acompañado de su secretario señor Molas, con la
sentencia.
A las nueve menos cinco minutos se abrió 1*
puerta de la poterna del castillo, en la cual termina
el camino subterráneo que conduce al glacis,
salvó Pallas sin necesidad de auxilio el espacio
que separa la puerta de la poterna del sitio donde
debía ejecutársele.
Antes de llegar á él, desde un grupo de gente
que presenciaba á distancia la salida del reo, salieron
dos gritos de ¡viva la anarquía! y ¡viva la
dinamita!
Al oir estas voces aseguran algunos que se dibujó
una sonrisa en los labios del reo.
El incidente de los vivas dio lugar á unos momentos
de confusión entre el público que se agrupaba
al rededor del triple cordón formado en
torno del cuadro por fuerzas de caballería de Borbón,
de la guardia civil y de orden público, las
cuales cuidaban de mantener el público á distancia.
Parte del público huyó azorada al oir los gritos
y otra fné despejada por la guardia civil de á caballo
y por los agentes de policía.
A las nueve en punto, se oía la voz de fuego
dada por el capitán que mandaba el piquete de
Asia y simultáneamente una descarga, cayendo Pallas
en redondo al suelo, con el cuerpo y la cabeza
atravesados por las balas.
jDios le acoja en su senol
Un médico militar reconoció luego el cadáver,
que fue conducido á la fortaleza y desde allí en
uno de los coches de la Casa Provincial de Caridad
al cementerio nuevo, donde se le enterró
en el lugar destinado á los que mueren fuera de la
religión católica.
Acompañó el cadáver del reo hasta el cementerio
el inspector de vigilancia señor Pujol, con agentes
á sus órdenes.
En el trayecto de Montjuich al cementerio del
SO. se veían también parejas de policía.
El cadáver de Pallas fue entregado en el cementerio
á su familia.
A la ejecución de Pallas, acudió un público
que algunos calculan en unas cinco mil personas.
Los periodistas en Montjuich
Interrogando á los que salían de la capilla
Trabajando en la cantina
Aunque las figuras no tienen parecido, porque
el artista no se lo propuso, como no tenia para
qué proponérselo en un rápido apunte, suplicamos
al notabilísimo artista Rtmóa Casas que lo
tomara; y publicamos esos apuntes esclusivamente
para dar idea de las dificultades con que han tenido
que cumplir su misión los periodistas en
Montjuich.


Crónica en La Vanguardia. 8 de octubre de 1893

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