domingo, 3 de julio de 2011

CONSPIRACY 7





Sante Gerónimo Caserio.

A las 9,15 de la noche, el Presidente de la República Carnot salía de un banquete que se dio en su honor en el Ayuntamiento de Lyon y subía a su "landau" escoltado por un pelotón de coraceros a caballo para trasladarse en compañía del general Voisin, gobernador militar de Lyon, el General Vorius, jefe de su casa militar y del Dr. Gailleton, alcalde de Lyon, a la opera.
Súbitamente, al pasar junto a la fachada oeste de la Bolsa en la rue de la Republique, un hombre joven se abrió paso entre las filas de lioneses que aplaudían al Presidente dirigiéndose hacia el costado derecho del coche donde el Presidente saludaba con la mano a su pueblo y sorteando el caballo del coracero que le protegía se sujetaba a la portezuela del coche con la mano izquierda mientras que levantando la derecha armada de filoso puñal hundía éste violentamente en el cuerpo del Presidente al grito de "¡Viva la Anarquía!".

-Veamos Caserio ¿por qué habéis querido matar al Presidente de la República? ¿Tenéis algún resentimiento contra él?

-No, era un tirano. Lo maté por eso.

-¿Eres anarquista?

-Sí. Me enorgullezco de ello.

-¿Por qué le habéis matado?

-Lo diré al Jurado. El conocerá el móvil que me ha hecho actuar. Yo explicaré mis razones.

-¿Tenéis cómplices?

-No. Actúo yo solo,  sin ser empujado por nadie.

-¿Conocéis a alguien en Lyon? ¿Tenéis relaciones aquí?
-Ninguna. No conozco la ciudad. Siempre he trabajado lejos de aquí, en Vienne, en casa de un panadero, hace un año.
-¿Cómo has dado la puñalada al Sr. Carnot?
-Yo avancé rechazando al caballo de un coracero. Llevaba un Puñal. No tuve más que levantar la mano. Ví el bajo vientre del Presidente y dejé caer con fuerza mi brazo gritando ¡Viva la anarquía! La gente se echó sobre mí, me tiraron, me molieron a palos. Los agentes me llevaron al puesto de Policía.
-¿Insistís en que no tenéis cómplices?
-Sí, pero a propósito ¿el Presidente ha muerto?

El Juez Benoist no le contestó, y Caserio que parecía pensar que su víctima había sucumbido, cosa que no sabía debido al aislamiento en que se le había mantenido, no pudo disimular su satisfacción. Sonrió y levantando la mano izquierda hizo el simulacro de golpear con un cuchillo.
Declaró también que le iban a matar inmediatamente después de atacar al Presidente y se extrañaba de estar aún vivo. Dijo:

-Si yo hubiera sabido o previsto esta circunstancia, me habría puesto a correr conservando mi sangre fría y disimulándome entre la multitud hubiese gritado con todas mis fuerzas ¡Viva Carnot!
Soy absolutamente responsable de mis actos, declaró Caserio cuando el Fiscal le preguntó.

-¿Por qué mató a Carnot?

-Porque hizo subir a mis compañeros (Vaillantt, Emile Henry y Ravachol) a la guillotina... Mi patria es el mundo, contestó Caserio.

-¿No tuvo un momento de duda pensando en el acto que iba a cometer?
-No, vine directamente para ejecutarlo.

-Cuando apuñaló al Presidente y éste le miró ¿supo sostener su mirada sin bajar los ojos?

-Sí, no me hizo ninguna sensación, dijo cínicamente.

-¿Dónde quiso golpear?

-En el corazón, pero mi brazo se desvió. Luego grité: ¡Viva la anarquía! Y por eso me detuvieron.

-¿Odia Usted a todos los Jefes de Estado?

-Sí, a todos. Soy anarquista.


A las 4,30 de la madrugada del 16 de agosto penetran en la celda 41 el señor Raux, acompañado por el doctor Blanc, el padre Porthus y su abogado defensor. Despiertan al reo con dificultad. Caserio comprende enseguida que es el final. Palidece y un temblor general se apodera de él. Le preguntan si tiene algo que revelar. Dice que no. Le preguntan si desea la asistencia del sacerdote. La rechaza. No podía vestirse por sí mismo debido al temblor de la manos y tuvieron que ayudarle a ponerse los pantalones. Le ofrecen una bebida reconfortante. La rechaza también. Con la cabeza baja se encierra en un profundo mutismo. El verdugo le ata las manos, corta el cuello de su camisa y le hace subir al furgón. Caserio llora y sus dientes castañean. Al llegar a la guillotina tienen que sostenerle para que no caiga desmayado. El verdugo le hace arrodillarse y coloca su cabeza en el hueco del tajo bajo la cuchilla. Caserio intenta gritar, pero su voz ronca sale apagada, apenas audible. Raux sin embargo le oyó decir: "¡Viva la anarquía!".

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