miércoles, 13 de julio de 2011

CONSPIRACY 8


La llamada propaganda por el hecho o propaganda por el acto es una estrategia revolucionaria anarquista basada en el supuesto de que el impacto de una acción violenta es mucho más eficaz que la palabra para despertar las energías rebeldes del pueblo. Su puesta en práctica buscaba elevar un conflicto latente al grado de conflictividad explícita, generando un elevado grado de incertidumbre social que obligase a la mayoría a salir de su indiferencia y adoptar posturas distintas para resolver el conflicto.
Este tipo de atentados violentos ha sido denominado generalmente como terrorismo anarquista.
El famoso teórico anarquista Piotr Kropotkin apoyó inicialmente este tipo de práctica, diciendo que «un acto puede, en unos pocos días, hacer más propaganda que miles de panfletos». Sin embargo, él y otros pensadores comenzaron a albergar dudas sobre la eficacia de esta táctica a finales del siglo XIX. «Una estructura basada en siglos de historia no puede ser destruida con unos cuantos kilos de explosivos», publicó Kropotkin en La Révolte.

Historia del concepto
La propaganda por el hecho, en el ámbito del movimiento, fue formulada por primera vez en 1876 por los anarquistas italianos Errico Malatesta y Carlo Cafiero, en un artículo del Boletín de la Federación del Jura en el que decían:
El hecho insurreccional destinado a afirmar los principios socialistas mediante la acción es el medio de propaganda más efectivo y el único que sin engañar y corromper a las masas puede penetrar hasta las capas sociales más profundas y atraer las fuerzas vivas de la Humanidad a la lucha mantenida por la Internacional.
La idea vertida por Malatesta y Cafiero no contemplaba los atentados individuales, sino que hacía referencia a la alteración del orden colectivo: manifestaciones, motines, e incluso, alzamientos. Lo esencial de esta propuesta era que sólo la palabra no era suficiente para conmover al grupo, entendido éste como la sociedad. Estas ideas dieron pie, sobre todo durante los últimos años del siglo pasado, a la realización de toda una serie de atentados que sí lograron sembrar el desasosiego, consiguiendo atraer la atención y evitando que su “desviación” se minimizara o descalificara.
El término fue popularizado por Paul Brousse (1844-1912), un joven médico francés, en un artículo titulado Propaganda por el hecho (Propagande par le fait, en el original) publicado en agosto de 1877, donde analiza el levantamiento obrero de la Comuna de París y otros movimientos revolucionarios como buenos ejemplos de lo que debe ser la acción revolucionaria basada en el principio de propaganda por el hecho.
Uno de los más fervientes defensores de dicha estrategia fue Johann Most, quien alababa estos actos debido a su gran resonancia que tenía entre las masas. Fue así como también se le denominó Dynamost, debido a su método preferido de atentado, la dinamita, si bien nunca estuvo claro si se involucró directamente en alguno.
Entre 1890 y 1900 tuvo lugar en todas partes un periodo de terrorismo anarquista. Muchos artistas y escritores compartían estos atentados ya que según ellos conmover, enfurecer, expresar la propia protesta era la única cosa que podía hacer cualquier hombre sensible y honrado.
En gran parte la propaganda por el hecho se relaciona con la ola de atentados individuales realizados contra monarcas y demás jefes de Estado a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, a manera de magnicidio, regicidio o tiranicidio. En su tiempo estas acciones terroristas, que un principio sólo fueron formalmente desaconsejadas, llegaron finalmente a ser repudiadas por la gran mayoría del movimiento anarquista por los excesos que se llegaron a cometer, habiéndose dado en ocasiones asesinatos a personajes que no detentaban ni tenían relación con el máximo poder político, por la falta de proyección de las acciones cometidas, y porque obstruía el trabajo metódico de las organizaciones anarquistas siendo motivo para la represión de estas por parte de los Estados.

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